lunes, 17 de febrero de 2020

Ramón Castilla, dominado por Gabriel García Moreno

Monumento a Gabriel García Moreno en el Parque La Victoria, Guayaquil 1984. Foto cortesía Antonio Ubilla

Extracto tomado de la publicación "La Batalla por el Monumento" publicado por Gastón Alarcón y el periplo para colocar un busto en honor a Gabriel García Moreno en la ciudad de Guayaquil desde 1953.

Gabriel García Moreno

Como también, punto esencial, aquél de que García Moreno "invitó a Castilla para que invada al Ecuador": es una manera de decir; la verdad no es ésa; García Moreno tomó la palabra al presidente peruano Castilla y publicó en El Comercio de Lima las despampanantes declaraciones y promesas que Castilla hacía, de que sus fuerzas no se iban contra el Ecuador, sino contra el gobierno espurio de Robles y Urbina.

Pues bien, García Moreno constataba cómo Guayaquil sufría los estragos del más espantoso bloqueo: no había ni qué comer (el señor Rodrigo Chávez González ha publicado varias veces cómo era de terrible aquel bloqueo; en eso él dice la verdad). Pues bien, ¿cómo podía el Ecuador zafarse de ese bloqueo, señores? ¿cómo? ¿si no teníamos barcos con qué defendernos?.

En cambio el Perú tenía una flota poderosa, la cual no solamente bloqueaba Guayaquil, sino todos los puertos ecuatorianos: tan poderosa era la flota. ¿Cómo podía García Moreno obtener que Castilla salga y termine su bloqueo?.

Pues con una habilidad genial: como Castilla todo el tiempo decía que su guerra era contra Robles y Urbina y no contra el Ecuador, muy bien, él le dio la máxima publicidad a aquella promesa; y entonces, en El Comercio de Lima, le toma la palabra, y dice: "El mariscal Castilla promete que una vez derribado el régimen de Robles y Urbina suspenderá inmediatamente el bloqueo, y todas sus fuerzas se retirarán. Ecuatorianos: el mariscal Castilla viene como amigo, no como invasor".

Ahora bien, pudiera ser que la oposición a Robles fuese excesiva, o demasiado apasionada, por parte de la ciudadanía de entonces; pero García Moreno no hacía sino participar del ambiente general; todos estaban contra Robles y Urbina, o al menos, una gran mayoría.

Así pues, él le toma la palabra a Castilla, publica expresamente en el propio "Comercio" de la capital peruana, para que se difunda por toda América, el compromiso —si no queremos decir promesa—, el compromiso de Castilla de retirar sus fuerzas una vez que caigan Robles y Urbina. Y como esto también quería el pueblo, que caigan Robles y Urbina, lógicamente ahí se iba a ver si era sincero o no el mandatario Castilla.

Pues bien, el mandatario Castilla no fue sincero; porque llegado un momento dado, cuando ya Robles cae, Castilla insiste en que tiene que hacerse justicia a las aspiraciones limítrofes del Perú, y no retira sus fuerzas.

Este es el momento crucial en que García Moreno comprende la astucia y la maldad de Castilla, o más exactamente, Ve que se pone al descubierto, y lógicamente, tórnase enemigo de Castilla; mejor dicho, empieza a batallar contra Castilla.

García Moreno no esperó subir al poder; él estaba abajo todavía, y sin embargo, luchó contra Castilla; mejor dicho, él se hallaba formando parte de un triunvirato que no era el gobierno único.

Son, pues, apreciaciones; se dirá que es subjetiva la mía; pero los hechos posteriores la confirman; porque, si García Moreno hubiese sido en realidad un paniaguado de Castilla, no hubiera luchado contra Castilla en 1860 hasta vencerlo por completo el 24 de Septiembre en Guayaquil.

Cierto que aquí quedó solamente Franco, pero Franco quedó con armamento que le dejó el Perú, y con toda la influencia y respaldo de Castilla a su favor. Por tanto, la lucha contra Franco, que se había aliado al último a Castilla y —él sí— traicionó al firmar el Tratado de Mapasingue y al tratar de entregar Guayaquil al Perú, esta demostrando que García Moreno estuvo con Castilla mientras éste daba garantías hacia el Ecuador; pero el momento en que ya él no puso en práctica esas garantías, la obligación de García Moreno, como toda persona decente, así se hubiera dejado engañar, era reaccionar, y reaccionó, y con peligro de su vida vino aquí, y trató de convencer a Franco, exponiéndose a que lo fusilen.

Si hubiese sido un ambicioso, hubiera salido del país, o se hubiera escondido; él vino aquí, a donde Franco, el aliado de Castilla, y le trató de convencer de que se unieran los cuatro gobiernos, de que se formara uno solo, de que ellos —García Moreno y Franco— se retirarían de la vida pública para demostrar el desinterés. Y dice Pedro Moncayo, adversario de García Moreno: "Si en ese momento Franco hubiera oído a García Moreno, el Ecuador se habría salvado inmediatamente".

Pero Franco no le oyó. Por el contrario, poco después entregaba a Castilla nuestro Oriente, a través del ominoso Tratado de Mapasingue, y también Guayaquil, mediante una oprobiosa acta de anexión, con firmas recogidas a la fuerza. Frente al caos, García Moreno se transforma en el artífice de la unidad nacional, en el coloso de la guerra, en el creador de un nuevo ejército, y así logra liquidar por completo la amenaza de Castilla y el peligro de la "polonización" de nuestra Patria.

EL ECUADOR A PUNTO DE DESAPARECER

Al respecto, se ha dicho aquí que el Ecuador no hubiera permitido la vigencia indefinida del Tratado de Mapasingue.

Efectivamente, esa hubiera sido el desiderátum del pueblo ecuatoriano; pero no sabemos, señores, si ese deseo se hubiera realizado sin la intervención de García Moreno.

No habría sido tampoco el primer país que desapareciera del mapa; muchos países han desaparecido, dominados por otros; nuestra generación ha visto cómo en Europa, Rusia ha ido absorbiendo una serie de países, y estos países, formados por hombres valerosos, hasta ahora no pueden libertarse, y quién sabe hasta cuándo puedan hacerlo.

Otros países igualmente han desaparecido; nada difícil hubiera sido que el Ecuador también desaparezca. Hubo un convenio secreto entre dos presidentes abusivos, Castilla del Perú y Mosquera de Colombia, para engullirse al Ecuador; ese es un documento que está publicado en el Tomo II de la Vida de García Moreno por Severo Gomezjurado.

Yo hago la siguiente reflexión: qué de imposible es que hubiera habido en ese entonces ecuatorianos de buena fe, no que transigieran con el Tratado de Mapasingue, sino que se dejaran engañar, de que el Tratado era bueno ¡si aún en esta época hay tales ecuatorianos! en la polémica a que me he referido, intervino el notable músico Clodoveo González; y

¿Saben ustedes que el distinguido acordeonólogo Clodoveo González sostuvo en artículos del diario El Universo de febrero de 1961 que el Tratado de Mapasingue era una maravilla, la obra cumbre de la diplomacia ecuatoriana?

Ahí están los artículos, yo puedo citar las fechas, porque he traído aquí el archivo completo. Que ahí demostró Castilla su "afecto" al Ecuador. Que ya los internacionalistas y los historiadores deben cambiar su criterio y darse cuenta de que el Tratado de Mapasingue en realidad era la joya de la diplomacia ecuatoriana: palabras del señor Clodoveo González.

Si el señor Clodoveo González, a estas alturas, cien años después, cree a pie juntillas en la bondad del mariscal Castilla, y sostiene que el Tratado de Mapasingue era magnífico, ¿qué utópico hubiera sido que en 1860 ó 1861 también muchísimos ecuatorianos se hubiesen dejado engañar, y que el Tratado de Mapasingue se hubiera aprobado en el Congreso Nacional por mayoría o por unanimidad?.

Vencedor Castilla —ustedes saben cómo se hacen las elecciones— el Congreso hubiera tenido mayoría a favor del Tratado de Mapasingue y éste habría sido aprobado, como lo fue en 1942 el Tratado de Río de Janeiro.

En 1942, desgraciadamente, no tuvimos otro García Moreno que, mediante otra Batalla de Guayaquil, destruyese el infame dictado de Río de Janeiro antes de que fuera aprobado en las cámaras legislativas.

De manera que no puede nadie, absolutamente, negar lo esencial de la Victoria de Guayaquil: haber destruido el Tratado de Mapasingue.


EL VERDADERO SIGNIFICADO DE UNA CARTA

Ahora, el distinguido señor profesor, don Jorge Pérez Concha, dice que García Moreno se sentía culpable de algo malo: de haber pedido ayuda a Castilla, y que eso se lo dijo en carta a su propia esposa. Señores: la carta de García Moreno a su esposa ha sido mal interpretada. No digo que con mala intención, pero ha sido mal interpretada. Yo tengo aquí el texto de la carta.

"Pues yo —le dice García Moreno a Rosita Ascásubi (que, entre paréntesis, ya se ha destruido el mito de que era una vieja: había sido joven y bella, y eso se desprende de las mismas cartas de Gabriel García Moreno, publicadas por el doctor Wilfrido Loor; yo no sé por qué la leyenda negra se vale hasta de los resortes más íntimos para indisponer al grande Hombre, para crearle antipatías; no digo que el autor de la leyenda negra sea el señor Francisco Huerta Rendón, sino que simplemente, él ha repetido algo que no llama la atención, porque desde el siglo pasado muchos infundios y calumnias se han vertido sobre García Moreno; pero la verdad es que Rosita Ascásubi era joven y bella, según se infiere de la lectura de su partida de nacimiento y de aquellas cartas auténticas). 

"Pues yo por honor no debo mandar después de haber solicitado para libertar al país, el auxilio peruano". Parece efectivamente, leyendo esta frase, que él se siente culpable; siente que para salvar su honor tiene que no aceptar ya, jamás, el poder en el Ecuador. Pero el significado es completamente distinto. ¿Cómo se aprecia el significado de un documento? Conociéndolo íntegro, y aún más, no sólo el contexto, sino en relación con otros documentos. Y el significado es completamente distinto.

"El sentido verdadero de las palabras de García Moreno —decía el Comité Popular Pro Monumento a García Moreno en exposición publicada en marzo 28 de 1961— en carta de agostó 24 de 1859 a su esposa, es que él juzgaba necesario, por honor, demostrar a sus compatriotas que había solicitado el auxilio peruano única y exclusivamente para libertar a su país, y no para consolidarse en el mando. 

En otros términos, su absoluta falta de ambiciones personales era prueba evidente de que, al solicitar el apoyo de Castilla, sólo le había guiado el más puro patriotismo. En cambio, si hubiese procedido por codicia del poder, ya habría podido calificarse de traición su entendimiento con Castilla. Esta interpretación, legítima y exacta, es corroborada por varias expresiones de García Moreno de fecha POSTERIOR a dicha carta. 

Así por ejemplo, en la que dirige al Coronel Dávalos el 5 de septiembre de 1859, expresa: "Deseaba yo que los pueblos se fijasen en otra persona, no en mí, pues me bastará siempre la gloria de haber hecho cuanto ha estado a mi alcance para restaurar su libertad. Pero una vez que, sin que yo haya podido evitarlo, me han honrado nuevamente con sus votos (los que no se los hubieran dado a García Moreno si lo hubiesen considerado traidor o ambicioso), no sería honroso ni útil al país el renunciar un cargo rodeado de dificultades en circunstancias en que es preciso precaver los peligros de la anarquía".

Sabemos que la Convención de 1861 elige en marzo Presidente Constitucional de la República a García Moreno y que esta Convención, democráticamente elegida, lo nombra por treinta y siete votos a favor, en tanto Pedro Carbo obtiene solamente uno, siendo treinta y ocho el número de legisladores. Si el pueblo de entonces lo hubiera juzgado traidor, jamás él hubiera sido merecedor a aquella elección tan absolutamente mayoritaria.


Artículo relacionado:

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Deja tu comentario

11 de Septiembre de 1941: Emboscada de Cune

Soldados ecuatorianos antes de partir al frente. Los soldados de este pelotón inspirarían el filme ecuatoriano "Mono con Gallinas&qu...