jueves, 20 de junio de 2019

El origen del dinero y los reclutas para la Independencia captados en Quito y Guayaquil

La entrevista de Guayaquil fue el encuentro entre los libertadores de América del Sur, Simón Bolívar y José de San Martín, en la villa de Guayaquil (Ecuador), el 26 de julio de 1822.

CARTA DE BOLÍVAR (PARA SANTANDER), FECHADA EN GUAYAQUIL EL 15 DE ABRIL DE 1823, EN LA CUAL SE RE­FIERE A LA COMISIÓN QUE LLEVA SUCRE PARA LIBERAR AL PERÚ.


Hemos decidido publicar esta correspondencia de Simón Bolivar enviada desde Guayaquil, para aclarar un poco el panorama a ciertos ecuatorianos y sus bromas de como se obtuvo el dinero y los reclutas para las guerras de Independecia, es un poco frustrante ver como cada 24 de mayo, cierto sector de la sociedad (y año a año repitiendo el mismo "chiste") hacen mofa de como supuestamente José Joaquín de Olmedo "financió" las guerras independentistas a Simón Bolivar y Antonio José de Sucre.

Seguramente después de esta publicación, el próximo 24 de Mayo vamos a ver los mismos "memes" que distorsionan la realidad y manchan la memoria de aquellos ciudadanos quiteños y guayaquileños que pusieron todo, y lo más importante, su vida, para las guerras independentistas.


Guayaquil, abril 15 de 1823.

(Contestada el 21 de mayo).

Mi querido General:

Recibí ayer la apreciable carta de Ud. de 6 de febrero, por supuesto con un retardo infinito. No he tenido ni una letra en este correo que ha llegado ayer; todo lo que he recibido es de más de dos meses de atrasado; así me quedo en la misma incertidumbre que antes sin saber lo que he de hacer porque no sé lo que hay por allá.

Aún no he decidido nada sobre mi marcha al Perú y espero la resolución del congreso sobre esta marcha; y también el resultado de Morales.

Incluyo a Ud. dos copias de cartas mías al presidente del Perú y al General Valdés. En ellas verá Ud. una parte de mis ideas sobre el Perú.

El General Sucre va instruido de intentar una negociación con los españoles; de pedir a Mainas y Bracamoros, y de procurar que no se comprometan nuestras armas por algunos meses hasta que sepamos los resultados de España con los aliados.

Me parece muy oportuno el tiempo para hacer la paz y ser reconocidos. Mando a Ud. algunas gacetas de Buenos Aires que dicen la llegada de Mosquera a aquel país.

Parece que los ingleses están decididos a encontrar legal el robo de los diez millones de pesos de Zea, para hacer pagar a Colombia esta suma. Al fin tomarán con nosotros el mismo partido que con España: no pudiendo pagarles nosotros, se pagarán ellos.

Méjico está en revolución, Itúrbide derribado de su trono según noticias. Costa Rica ha pedido auxilios a Colombia contra el Imperio. En fin, el resultado de Itúrbide, San Martín y O’Higgins prueban bien lo que he dicho mil veces sobre la manía miserable de querer mandar a todo trance. De miedo de mandar un poco más tengo repug­nancia de ir al Perú, no sea que lo lleven a mal, y suponiéndome más ambicioso de lo que realmente soy.

Ayer he tenido un día de disgusto por una comunicación de Briceño a Pérez, escrita en estilo muy poco conforme a lo que se me debe como amigo y aún más como Libertador. No es la primera vez que se ha usado conmigo de semejante estilo, y me parece muy mal porque desde muy niño he estado mal enseñado a no sufrir a nadie; y no sé quién pueda tener derecho en Colombia para tratarme con un tono de superioridad. 

Yo creo que la amistad no autoriza a nadie para faltarme; y más bien creo que esta amistad podría servir para ahorrarme disgustos. Yo he podido dar al poder ejecutivo respuestas duras en algunos casos, pero me he guardado de ello porque me parece chocante, y aun ridículo: cuando por el contrario la noble decencia honra a quien la usa. Por esta vez he dicho al secretario que responda en el mismo estilo más bien para que sirva de protesta sobre el resultado de los sucesos, que por la manía de replicar [1].

Hemos hecho gastos infinitos, y hemos tomado infinitos reclutas, para poder mandar seis mil hombres al Perú. Sólo dejamos mil hombres de infantería y caballería con algunos doscientos ar­tilleros. Trato de levantar tres batallones de gente del país, mas no servirán de nada porque al mover un cuerpo de un lugar a otro se desertan todos, después de tener la pena de tomar diez mil reclutas para conservar mil. 

La mayor parte de los reclutas que hemos man­dado a Lima son casados, y con hijos, porque se casan muy tem­prano los muchachos en este país: así es que no se puede contar con los solteros. Diré a Ud. de paso que he agotado el manantial de mi rigor para juntar los hombres y el dinero con que se ha hecho la expedición al Perú. 

Todo ha sido violencia sobre violencia. Los campos, las ciudades, han quedado desiertos, para tomar tres mil hombres, y para sacar doscientos mil pesos.

Yo sé mejor que nadie hasta dónde puede ir la violencia, y toda ella se ha empleado. En Quito y en Guayaquil se han tomado los hombres todos, en los templos y en las calles, para hacer la saca de reclutas. El dinero se ha sacado a fuerza de bayoneta. La causa de todo esto es que esta gente no está acostumbrada a hacer sacrificios, y que el enemigo está a trescientas leguas de aquí. 

Esto lo digo para que Ud. sepa que jamás he dejado de hacer todo cuanto ha sido posible sin pararme en nada, y que cuando ocurro al gobierno es porque no hay otro remedio. Este país es el más caro y la tropa no recibe ni un peso al mes. Todo el mundo está a media paga menos la tropa que está a dos tercios.

Me alegraré mucho que Ud. haya salido con lucimiento en su mensaje al congreso. Teniendo mucho material, fácil es hacer un magnífico edificio: quiero explicarme; habiendo trabajado tanto, es fácil enumerar estos trabajos.

Yo he admirado desde lejos lo que Ud. ha hecho, y no he dicho nada porque no creo ninguna cosa tan corrosiva como la alabanza: deleita al paladar, pero corrompe las entrañas. Yo valdría algo si me hubiesen alabado menos.

Jamás habría pensado hacer el mensaje al congreso porque no habría podido decir nada de mi gobierno; a menos que no hubiera tomado el papel de la fama publicando glorias ajenas. Yo sabía que Ud. era el sustentador de las controversias políticas por­que Ud. se deja conocer a trescientas leguas, por lo mismo no me coge de nuevo su noticia y añadiré que todo lo bueno lo he atri­buido a Ud., se entiende en la parte acrimónica y chistosa del Correo de Bogotá. Por lo demás la Indicación ha marchado con juicio y dignidad.

No sabía que Torres trabajase tanto, y atribuía a Vergara el trabajo de Torres. Déle Ud. las gracias de mi parte una y mil veces.

No sé nada de ese maldito Morales, ni de las fuerzas que tiene Montilla: diga Ud. si es necesario que yo vaya o no, pues por el Istmo puedo volar.

A propósito: doy a Ud. las gracias por la justicia que va a hacer con Manrique y Carreño; bien justo es después de tantas injusticias como yo he hecho, por no decir hemos, incluyendo a Zea, y excluyendo a Ud. para que no tenga que quejarse, a pesar del grado de Santamaría: a propósito: nada sé de mis edecanes y si vienen, o no, y qué traen de bueno. 

No los mande Ud. sino con alguna buena cosa entre manos, y uno a uno para que traigan dos.
Soy de Ud. de corazón.

BOLÍVAR

* De un impreso moderno. Archivo Santander, tomo IX, pág. 320.

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