sábado, 17 de marzo de 2018

Relato del frente sur en Macará, Provincia de Loja


La conmoción por la guerra llega a la provincia de Loja que teme un inminente ataque peruano, los valientes pobladores de Macará no permitirán que eso ocurra y se unen a la defensa del Ecuador.


Los pobladores de Macará estaban alarmados. Todos hablaban de la amenaza que el Jefe de las fuerzas peruanas de ese sector había hecho, como venganza de la derrota que el grupo de ecuatorianos les había dado la víspera. Los hombres recurrían apresuradamente a sus escopetas, revólveres, machetes y hasta instrumentos de labranza.

- No nos rendiremos así no más. Pelearemos hasta el último, - decían en cada casa.
Los soldados organizaban la defensa de la población, a pesar de que estaban pocos y mal armados. Con todo, vislumbraban alguna esperanza.

El invasor no se hizo esperar mucho. Enormes fuerzas en relación con el pequeño destacamento ecuatoriano, había reunido en la hacienda ‘La Tina", situada al otro lado del río Macará. Cuatro aviones ‘huayruros" empezaron la hazaña. Primero volaron alto, y luego descendieron ametrallando a los civiles, que en vano disparaban sus escopetas.

Varias mujeres fueron las primeras víctimas. Después, retumbaron los cañones y morteros peruanos, y sus proyectiles caían destrozando las casas y corrales de la indefensa población.

Poco a poco asomaron los peruanos por los alrededores del frente de Macará. Los pocos soldados ecuatorianos y los civiles contuvieron palmo a palmo el avance del invasor. Los "huayruros" caían, pero eran tan numerosos que no se podía calcular cuántos eran, y a cada momento se acercaban más. Civiles y soldados de Macará empezaron a luchar cuerpo a cuerpo.

La defensa era heroica, y sólo se podía ver una bravura indescriptible; pero era imposible sostener por más tiempo.

Bombardeo peruano en la zona de Chira-Macara. Comenzó a las 7:30 horas del 22 de julio. (Foto: Revista Caretas)

¿Qué podían hacer unos doscientos civiles armados de machetes y escopetas y un puñado de soldados y voluntarios ya sin municiones, ante tres mil peruanos con todas las armas? Y vino el repliegue.

La montaña como en todos los casos de lucha completamente desigual, fue el refugio obligado. Ya sin contendores, los peruanos dieron principio a sus hazañas. Unas cuantas muchachas corrían desaforadas y sin rumbo. Las puertas de las casas fueron derribadas. Se oyeron gritos de angustia y uno que otro disparo.

Un soldado peruano tenía agarrado por el cuello a un labriego macareño.

- ¡Grita viva el Perú! - le dijo amenazándole con el fusil.
- ¡Viva el Ecuador! - replicó el labriego.

Apenas pudo terminar, porque un feroz culatazo en la sien izquierda le dejó sin vida.
Los ‘huayruros rebuscaban por donde más podían y cargaban con mercaderías, aparatos de radio, y todo lo que encontraban de valor.

En una casa empezó el incendio. Un peruano se entretenía rociando con gasolina las puertas y la madera de las casas. De una de ellas salió furioso un mozo rollizo, y arremangándose la camisa, se encaró con el incendiario.

- ¡ Bota el fusil mi...iserable! - le dijo, y ¡vente acá para pelear como hombre, a puño limpio! El peruano se sonrió sarcásticamente y cargó una bala en su fusil.
- ¡ Ya sé que me vas a matar; pero no seas flojo, acércate! - siguió el mozo.
El peruano pareció convencerse y se acercó.
- ¡Caminá paracasito, para que no te vean tus compañeros! - volvió a decir el macareño, apretando los puños.
- ¡Mono infeliz! - murmuró el "huayruro". ¡ Te voy a dar gusto sólo por hacerte ver que no me asusta el boxeo! - exclamó después.
- ¡Sí, eso mismo te digo! - replicó el macareño algo sonriente, y se disponía a la mejor trompiza.
- ¡Ahora sí, arrincona por ahí tu fusil! - le insinuó el ecuatoriano.
- Es que puedes llevártelo, - le indicó el peruano.
- ¡Pero para qué diablo! - le contestó el mozo. ¿No ves que estamos rodeados por los tuyos?
El peruano botó entonces el fusil y se arrojó a la pelea con las manos abiertas
- ¡Así no se pelea avecita mía! - exclamó el macareño. Y rápidamente le asestó un tremendo golpe en la quijada. El "huayruro" tambaleó un momento pero se repuso en seguida y quizo tomar el desquite.
- ¡ Mono desgraciado! - tartamudeó apenas.
- ¡Esto no es incendiar nuestras casas! - replicó el macareño. Y para que veas lo que somos los ecuatorianos cuando peleamos igual a igual, ¡tóma "Huayrurito"!



Y le cargó otro terrible golpe en la cabeza, echándole al suelo sin sentido. En seguida cogió el fusil.

Unos peruanos que habían visto la lucha, corrieron para apresar vivo al valiente macareño; pero éste como un rayo se tendió en su propio terreno, disparó y templó a un invasor y otra vez disparó. Cayó un peruano más y después otro y otro, hasta contar cinco.

El macareño reflexionó que al fin le rematarían, y optó por escurrirse al monte. Los ‘huayruros" le persiguieron, pero sin resultado. El mozo iba agachado y culebreando a las balas de sus enemigos. Cuando ya estuvo un poco distante, se regresó y haciendo una picaresca seña con una mano y el antebrazo de la otra, les gritó:

- ¡Tómen, hijos dep....iura!.. Y un momento después desapareció lauroso entre los árboles el terrible macareño.

Mientras tanto los pobladores de Macará, hombres, mujeres y niños, salían apresuradamente. Los soldados, los voluntarios y algunos civiles ecuatorianos protegían su retirada con los pocos cartuchos que les quedaban. Allí estaban todavía Larenas, Guano, Rodríguez y Villafuerte. Las casas se incendiaban vorazmente y todo se derrumbaba, destruido.

Los palos de las construcciones chisporroteaban y una espantosa humareda invadía por todas partes.
Y horas después, la floreciente población de Macará, era sólo un montón de ruinas, y sobre sus escombros humeantes, los "heroicos" peruanos libaban complacidos festejando su singular victoria.

Cuartel ecuatoriano en la provincia de Loja, 1941


Ilustración peruana sobre la campaña de 1941.


  • Fuente: Extracto de los relatos de la guerra escritos por el soldado voluntario y periodista Guillermo Noboa




11 de Septiembre de 1941: Emboscada de Cune

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