Anotaciones de puño y letra de George McBride comentando el fallo de Días de Aguiar. |
Firmado el Protocolo de Río de Janeiro en febrero de 1942 se pone en marcha el paso siguiente: el de llevar adelante el proceso de demarcación de la frontera entre los dos países. A fin de apoyar este cometido el gobierno de los Estados Unidos envía al Perú a uno de sus técnicos más connotados, el geógrafo George McBride.
El Informe McBride I Parte
Revisionismo Histórico del Ecuador comienza a publicar partes del testimonio de este notable académico que durante aproximadamente 7 años se dedicó a esta tarea y cuyo texto ha sido íntegramente recogido en el libro "Mito y Realidad de una Frontera. El Informe McBride Perú-Ecuador, 1942-1949" de Ernesto Yepes.
En abril de 1942, en el Departamento de Estado, por lo menos en la sección vinculada a América Latina, había una gran preocupación. Luego del intercambio de ratificaciones del Protocolo de Río de Janeiro por parte de Ecuador y el Perú, suponían los funcionarios norteamericanos -lo anotamos antes- que cada una de las cuatro potencias que habían ofrecido sus servicios amistosos nombrarían asesores técnicos asignados a la Comisión Mixta Demarcadora de Límites.
Había también cierta prisa. Al parecer dicha Comisión iniciaría sus reuniones hacia mediados de ese mes (abril). Por tanto, había que nombrar los asesores cuanto antes. Tarea nada fácil dado que tendrían que ser personas de alto nivel profesional, con capacidad de trabajo y conciliación, versadas en la geografía y las costumbres de la zona y con dominio del castellano.
Inicialmente algunos funcionarios del Departamento de Estado pensaron en el profesor Robert Platt del Departamento de Geografía de la Universidad de Chicago, pues consideraban que era el "único geógrafo en los Estados Unidos que ha hecho trabajo de campo en el alto Amazonas y en el oriente ecuatoriano".
Consultado el Dr. Isaiah Bowman -juzgado en el Departamento de Estado "como el más eminente geógrafo americano y un experto en América Latina"- su respuesta fue concluyente. Según él, sería un grave error seleccionar al Dr. Platt para el cargo, pues a su juicio no reunía los altos estándares profesionales que requería la misión, carecía de tacto y trataría de destacar personalmente en el trabajo, ignorando a sus colegas, convirtiéndose al final en un dolor de cabeza.
Para Bowman, a una misión como ésta no podía mandarse profesionales preparados para trabajos de segundo orden de importancia, es decir, trabajos en donde las ideas y procedimientos estuvieran bien definidos de antemano.
Para él la persona seleccionada para esta empresa debía ser, en primer lugar, alguien de "muy buen juicio, menos interesado en sí mismo y en su experiencia en el trabajo que en manejarse con el tacto y la habilidad necesarios para lograr armonizar puntos de vista opuestos. Al mismo tiempo debía estar equipado técnicamente como para entender propuestas que fueran rivales". (Carta de I. Bowman a Laurence Duggan, Consejero de Relaciones Políticas del Departamento de Estado, 9 de abril de 1942). Y para él, los profesionales mejor equipados para sacar adelante la delicada empresa eran los doctores Charles B. Hitchcock y George McBride.
Finalmente, el Departamento de Estado seleccionó como su asesor técnico al Dr. George McBride. Y a su hijo, Merle, también geógrafo, como su asistente. El profesor Charles Hitchcock fue nominado como un segundo asesor que entraría en funciones más adelante cuando fuera realmente necesario.
Por el momento Hitchcock se encontraba como Jefe del Departamento de Proyectos Especiales de la American Geographical Society de Nueva York dirigiendo un programa muy importante para el gobierno de los Estados Unidos. ("These studies include the only comprehensive mapping program relating to post-war problems which is being undertaken anywhere in the Federal Government"; 2315-3092-1/2).
Confirmando la decisión del Departamento, el 2 de mayo de 1942, el Subsecretario de Estado Sumner Welles escribía a McBride lo siguiente: "el equipo norteamericano estará conformado por usted, Hitchcock, su hijo como su asistente, y el apoyo secretarial que sea necesario. No creo que sea apropiado nombrar cualquier otra persona en el grupo norteamericano hasta que los miembros de la Comisión de Límites hayan sido nombrados totalmente por el Perú y Ecuador y hayan tenido su primera reunión a fin de precisar los métodos de procedimiento y los principios geográficos que se seguirán en el proceso. Después que eso se haya hecho, nosotros estaremos, por supuesto, preparados a nombrar cualquier otra persona que sea aconsejable" (S. Welles a G. McBride 722.2315-3162).
El 28 de mayo de 1942, con los preparativos avanzados para enviar a McBride a América del Sur, el Departamento de Estado le remitía la siguiente Travel Order 2-2889 que transcribimos en parte por especificar claramente la naturaleza de las funciones que el Gobierno de los Estados Unidos le había encomendado: "sus obligaciones de acuerdo a su posición oficial serán observar los acontecimientos en nombre de los Estados Unidos y prestar servicios técnicos y de asesoría conjuntamente con sus colegas de Argentina, Brasil y Chile y que todas las opiniones ofrecidas a Ecuador y el Perú representen el juicio de un grupo de asesores más que de un solo individuo. Cualquier decisión de los asesores en asuntos sometidos a consideración por Ecuador y el Perú deberá ser realizada a través de los delegados ecuatorianos y peruanos en la Comisión Mixta Demarcadora de Límites.
Usted deberá enviar simultáneamente copias de estas decisiones a las Embajadas norteamericanas en Lima y Quito y al Departamento de Estado en Washington. Usted deberá remitir, por supuesto, a las Embajadas americanas en Quito y Lima y al Departamento cualquier otro informe, comentario y observaciones que considere sean apropiados para conocimiento sólo del Gobierno de los Estados Unidos". 722.2315-3174b G. Howland Shaw. Asistant Secretary a G. McBride.
El 2 de junio de 1942 McBride llegaba a Quito con su hijo Merle. Dos días después fue presentado al Ministro de Relaciones Exteriores del Ecuador, Francisco Guarderas, quien le leyó un telegrama recibido de Puerto Bolívar donde había tenido su primera reunión la Comisión Mixta Demarcadora de Límites.
Según el presidente de la Comisión Ecuatoriana Demarcadora de Límites -quien firmaba el telegrama- la mencionada reunión "había sido exitosa" (4 de junio de 1942, al Secretario de Estado).
Muy pronto a McBride le fue presentado Julio Tobar Donoso, quien firmara el Tratado de 1942 en su calidad de Ministro de Relaciones Exteriores del Ecuador.
El 7 de junio McBride aterrizó en Lima procedente de Quito. De inmediato discutió el trabajo de la Comisión de Límites con el equipo de la embajada. El día 9 fue presentado en el Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú. Era Canciller Alfredo Solf y Muro. En Torre Tagle departió con el Secretario General, Hernán C. Bellido, tiempo más tarde Ministro del Perú en Quito y desde 1945 el primer embajador en Ecuador cuando el status de las misiones diplomáticas en los dos países fue elevado al de Embajada.
Posteriormente se entrevistó con los embajadores de Brasil y Chile, y el Encargado de Negocios argentino así como con los asesores técnicos de Brasil y Chile. En pocos días, McBride había puesto en marcha su rutina de estudio, entrevistas y viajes.
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Lo que McBride no podía imaginar entonces era lo extensa que sería su estadía en estos países ni que las funciones que se supone le habían sido asignadas serían modificadas por un conjunto de circunstancias. En efecto, el Departamento de Estado le había sugerido que sus servicios podrían ser requeridos "por tres meses, seis meses, un año o posiblemente más".
Y si bien la duración de su estadía no pudo serle precisada, es poco probable que en aquel momento McBride se imaginara que ella llegaría a ser de más de seis años.
De otro lado, una combinación de circunstancias modificó la naturaleza de sus obligaciones como asesor técnico asignado a la Comisión Mixta Demarcadora de Límites, convirtiéndose básicamente en asesor de su embajada o del Departamento de Estado.
Este cambio de asesor técnico de dicha comisión a lo que el mismo McBride denominara "comisionado de límites" lo explica el geógrafo estadounidense en los términos claros que a continuación transcribimos: "en tanto el proceso de demarcación se puso en marcha, resultó evidente que el Perú iba a mantenerse firme en su deseo de que el trabajo efectivo fuera ejecutado por las Comisiones de Demarcación de los dos países con la menor intervención posible de los mediadores o de sus asesores técnicos.
Esta había sido su actitud desde el comienzo de la mediación. El Perú consideraba que éste era un problema entre los dos países y prefería resolverlo directamente con su vecino. Mientras admitía la mediación, deseaba que ésta fuera lo más limitada posible.
Esta posición tenía sus ventajas, puesto que los dos países llevarían sobre sí toda la responsabilidad posible y debían empezar de una vez a practicar la relación de amistad que habían asumido en el Protocolo.
La intervención de los mediadores tendría lugar propiamente sólo si la Comisión Mixta peruano-ecuatoriana no lograba ponerse de acuerdo sobre cualquier punto en el proceso de demarcación. Los mismos mediadores estuvieron de acuerdo con este punto de vista. Una vez que el Protocolo había sido firmado, ellos preferían tener la menor participación posible en el acuerdo de límites.
Habiendo firmado el tratado como garantes y como mediadores no podían desentenderse completamente del proceso, pero estuvieron de acuerdo en sus deseos de llevar la menor responsablidad posible y en limitar su participación al nivel que exigía la ejecución de las obligaciones contraídas.
Algunos representantes de los gobiernos mediadores estuvieron propensos a asumir la actitud de que ésta era su guerra y su problema de límites, pero prevaleció la actitud más inteligente según la cual la mediación debía estar limitada al mínimo requerido para ver que el Protocolo fuese fielmente cumplido.
Esto redundó en el hecho de que el grupo de asesores técnicos, en gran medida contra la inclinación de algunos de ellos, no acompañó a la Comisión Mixta en el campo, sino que se mantuvo en un segundo plano siguiendo de cerca los acontecimientos que ocurrían en la frontera, pero sin tomar parte activa en el proceso efectivo de demarcación" (Informe McBride cap.4 pp.100).
No obstante los cambios producidos en sus funciones, los asesores técnicos -a juicio de McBride- cumplieron un rol importante: devinieron en el nexo continuo de la mediación de los países garantes en esa década decisiva.
"En tanto el proceso de demarcación avanzaba, la información proporcionada por los asesores técnicos se tornó cada vez más necesaria para todos los gobiernos involucrados, debido a los muchos cambios de personal que estaban ocurriendo en la administración de sus propios países.
Antes de que el trabajo de demarcación estuviese completo, los presidentes de los seis países que firmaron el Protocolo de Río de Janeiro de 1942 habían dejado el cargo, bien por rotación, renuncia, muerte o por revolución; todos los Ministros de Relaciones Exteriores y sus principales asistentes habían sido cambiados; también todos los embajadores y sus primeros secretarios en las seis embajadas involucradas.
De esta manera los asesores técnicos devinieron en el nexo continuo de la mediación, el símbolo permanente del interés con el que las naciones vecinas habían decidido afrontar la solución del problema de límites. Esto fue particularmente cierto en el caso del asesor técnico de los Estados Unidos, pues se convirtió en la única persona, incluso dentro del grupo de asesores téncicos, que continuó sirviendo hasta el final" (cap.4 pp.104).
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El tiempo transcurrido en estas latitudes el asesor lo compartió diligente entre el Perú y Ecuador. Leyó, viajó, escuchó, aconsejó, se prodigó con altos funcionarios de Estado, agregados militares y políticos, empresarios, demarcadores, hombres y mujeres de la ciudad y el campo. Sin duda alguna devino en uno de los hombres más informados de lo que acaecía en esos años dentro y fuera de los escenarios oficiales -manteniendo siempre una visión de conjunto- y también, por fortuna, del derrotero de no pocos de los actores involucrados.
Con avidez, los funcionarios de las dos cancillerías trataban de contagiarlo de su perspectiva, que él registraba y comunicaba a su gobierno; recogía también formal e informalmente el mensaje de los representantes de los demás países garantes así como el de los funcionarios en general de los países vinculados al problema.
También estaba en constante comunicación con los miembros de la Comisión Demarcadora de Límites de ambos países. Y sobre todo se mantenía al corriente de lo que preocupaba a su propio gobierno, por lo menos al sector involucrado en el diferendo. Era también un lector infatigable de todo lo que en los dos países se publicaba respecto al problema limítrofe. Su copiosa correspondencia comentando libros, folletos, conferencias y artículos periodísticos, disponible hoy en los archivos del Departamento de Estado, así lo testifica.
Pero no era sólo esta capacidad receptiva lo que resaltaba el perfil singular de su juicio. Era sobre todo su terca insistencia por examinar los acontecimientos -de los que era testigo y registrador de excepción- desde una perspectiva globalizante, lo que daba a sus reflexiones un estilo singular, a veces farragoso, por la cantidad de ideas apretujadas en el mismo párrafo.
Es cierto que el presente que vivía era la razón de ser de su inquietud inmediata. Pero era también la necesidad de comprender este presente lo que lo llevaba a hundirse en la historia, en la raíz de los problemas, y a mirar siempre varias décadas por delante, buscando soluciones que en el futuro aseguraran una frontera capaz de unir más que separar a ambos pueblos.
El Informe McBride: II Parte
El Informe McBride: II Parte