Capítulo XIV
El Canciller de Ecuador enjuicia el Protocolo y su negociación
En las semanas anteriores RHE ha publicado la versión norteamericana, la peruana y la ecuatoriana de lo ocurrido en Río durante los alrededores de quince días que duraron las negociaciones finales que condujeron al Protocolo de Río de Janeiro.
Presentamos en esta ocasión un documento irrefutable tomado del libro "Tres días de guerra, ciento ochenta de negociaciones" de Ernesto Yepes recientemente editado por la Universidad Agraria y la Universidad del Pacífico. Se trata nada menos que de la evaluación posterior, serena y más distante, del negociador ecuatoriano, el Dr. Julio Tobar Donoso, respecto al acuerdo final logrado por el Perú y Ecuador en su diferendo limítrofe.
A continuación transcribimos del texto de Tobar Donoso "La invasión peruana y el Protocolo de Río" (pp 422-424; 461-464) las partes más sustantivas que dan cuenta del juicio del ministro de Relaciones Exteriores del Ecuador, Sr. Tobar Donoso, sobre la verdad de las aspiraciones ecuatorianas al Amazonas y lo conveniente que terminó siendo para su país la repartición del territorio en disputa en los términos fijados por el Protocolo.
215. (Original en Castellano)
Tobar Donoso, "La invasión peruana y el Protocolo de Río"
Análisis de sus disposiciones
"El Art. 1º afirma el propósito de los gobiernos del Ecuador y del Perú de mantener relaciones de paz y amistad, comprensión y buena voluntad y de abstenerse, por lo mismo, de cualquier acto capaz de perturbarlas. ()
El Protocolo es convención plurilateral
El Art. 5º convierte al Protocolo de Río en convención plurilateral; pues en él convinieron tanto los países litigantes, como los mediadores, en dos estipulaciones transcendentales: 1º que la gestión de Estados Unidos, Argentina, Brasil y Chile continuara hasta la demarcación definitiva de las fronteras entre el Ecuador y el Perú; y 2º que el Protocolo y su ejecución quedaran bajo la garantía de los Gobiernos Mediadores.
Los Arts. 7º y 9º, precisan, además, que la colaboración de estos Gobiernos se ejercerá de dos maneras: concurriendo con las Partes a la resolución de cualquier duda o dificultad que surgiere sobre la ejecución del Protocolo; y ayudándoles a las rectificaciones que pueden introducirse en los puntos referenciales de que luego se habla.
No quedó fijada definitivamente una línea
Como ya he dicho, no quedó fijada definitivamente una línea en el Tratado. Se determinaron en el Art. 8º únicamente varios puntos a los cuales esa línea se referiría.
El Art. 9º estableció que estos puntos quedaban aceptados para la fijación en el terreno, por los técnicos, de la frontera entre los dos Países; y que las Partes podrían, al procederse a su trazado sobre el terreno, otorgarse las concesiones recíprocas que considerasen convenientes, a fin de ajustar la línea a la realidad topográfica.
Libre navegación
El Art. 6º fue uno de los que mayores dificultades ocasionaron. Consignado desde el principio de la negociación en los diversos proyectos de protocolo, encontró objeciones que amenazaron romper a última hora el acuerdo. Gracias a la intervención decidida de los Excelentísimos señores Aranha y Welles se consiguió su restablecimiento en el protocolo definitivo. Mediante él, el Ecuador goza, respecto de la navegación en el Amazonas y sus afluentes septentrionales, de las mismas concesiones que tienen el Brasil y Colombia. Además, quedó convenido que en el tratado de comercio y navegación se establecerían otras para facilitar la navegación "libre y gratuita" de los referidos ríos. (1)
(1) El tratado de límites entre Colombia y Perú dice en su artículo 8º: "Colombia y el Perú se reconocen recíprocamente y a perpetuidad, de la manera más amplia, la libertad de tránsito terrestre y el derecho de navegación de sus ríos comunes y de sus afluentes, sujetándose a las leyes y reglamentos fiscales y de policía fluvial, sin perjuicio de poder otorgarse mutuas y amplias franquicias aduaneras y cualesquiera otras que sirvan para el desenvolvimiento de los intereses de los dos Estados. Los reglamentos fiscales y de policía serán tan uniformes en sus disposiciones y tan favorables al comercio y a la navegación como fuere posible".
Las grandes objeciones contra el tratado y su negociador
Prescíndese de los ataques de la plebe
Se han dirigido contra el Protocolo las más contrarias y, a veces, más estrafalarias objeciones. ()
Examinaré, siquiera rápidamente, algunas de esas objeciones, prescindiendo de las vulgares de la plebe. ()
Hemos perdido 200.000 kilómetros cuadrados de territorio
Algunos, más prolijos en sus cálculos matemáticos, hacen ascender la pérdida a 300.000 kilómetros cuadrados. De ilusiones, no apoyadas en hechos, ¡¡Tal vez!!.
En un periódico aparecieron, a raíz del tratado, dos mapas con estas leyendas: El Ecuador en la época de García Moreno. El Ecuador de 1942, si no recuerdo mal. Los que tales cosas hacen, se burlan de la ignorancia ajena y engañan a la opinión pública, a veces ligera y prevenida, lista a creer lo que lisonjea sus pasiones.
Engaño a la opinión pública
"La carta del Ecuador durante la época de García Moreno", no era sino el mapa escolar del señor Tufiño, es decir, el mapa de nuestros derechos, e incluía, naturalmente, la provincia de Jaén. Mas, ¿cuándo se perdió esa provincia?: en 1821, o sea, antes de la batalla de Pichincha y de la liberación del Ecuador. Nacimos a la vida republicana sin Jaén y, sin embargo, la carta incluía Jaén
El Mapa Escolar y el de la "Época de García Moreno" comprenden a Iquitos. ¿Cuándo se perdió esa sección? El "apostadero de Iquitos", como se le llamó al principio, se estableció, según Raimondi, en 1864; y entonces se trajeron los primeros barcos peruanos para la navegación en los ríos orientales.
El Perú, desde esa lejana fecha, ha sostenido que no podía ser materia de cesión Iquitos, ni el hinterland aledaño, extendido caprichosamente cada día más. Empero, ¡¡Ahora resulta que la pérdida de Iquitos es también imputable al Protocolo de 1942!!.
El mapa escolar y el de la época de García Moreno abrazan Tumbes. ¿Hemos poseído alguna vez esa provincia desde la Independencia?.
Todo un siglo de errores, o, mejor dicho, todo un siglo de impotencia y de desorden anárquico, se quiere hacer gravitar sobre el que arrostró las responsabilidades y peligros de la hora acerba en que le tocó representar al país. ¿Quién no ha pecado durante ese lapso?.
La pérdida se realizó antes del Protocolo
Para atribuir legítimamente al tratado de 29 de enero de 1942 la mutilación del territorio nacional, sería preciso demostrar estas tres cosas a la vez: 1º que antes de ese año no existía ocupación peruana en las regiones disputadas, ni había ocurrido hecho alguno que restringiera nuestras aspiraciones o que pusiese obstáculos a su plena realización; 2º que no fuimos vencidos en julio de 1941, ni el Perú retenía como prenda una considerable extensión, nunca discutida, de nuestra patria; y 3º que había otros medios seguros, no meras esperanzas o ilusiones, de salvar la situación creada.
Más, si antes de los sucesos militares de aquel año, el Perú tenía en su poder cerca de las dos terceras partes del territorio controvertido y apenas nos quedaba alrededor de 115,000 kilómetros cuadrados de la región oriental; si nadie podía pensar en la recuperación, con simples recursos diplomáticos, de lo perdido y era menester, para lograrlo, una guerra victoriosa; si, por el contrario, fuimos vencidos y el ejército invasor, no sólo ocupó nuevas secciones comprendidas en la disputa, sino que tomó, en calidad de garantía, ricas zonas que jamás habían sido objeto de discusión; si no existía, en fin, ningún otro expediente de eficacia cierta para sortear los peligros del momento, es evidente que la imputación de pérdida de doscientos o trescientos mil kilómetros del territorio patrio, se presenta como fruto exclusivo de ignorancia, pasión o malicia.
Por lo pronto me contraeré al primer punto: los demás serán objeto de detenido estudio al examinar otras objeciones.
Gran parte de lo disputado no estuvo en nuestra posesión desde 1821
La extensión de la materia de la disidencia era, más o menos, según cálculos autorizados, la de trescientos mil kilómetros cuadrados. Buena parte de esa superficie no llegó a estar jamás, según he observado ya, en poder de la República.
El Protocolo Pedemonte-Mosquera, que confirmó las negociaciones iniciadas durante la formación del tratado de 1829, dejó al Perú toda la sección meridional de Jaén y de Mainas. La segunda demanda del Ecuador ante el Rey de España redujo lo pedido en la primera, de conformidad con dicho Protocolo. No ha sacrificado, pues, esa extensa sección de ambas provincias el tratado de 1942. ()
Extensión del Oriente poseída por el Ecuador en 1936
Al tiempo del Acta de Lima de 1936, el Ecuador apenas poseía cerca de 115,000 kilómetros cuadrados en el oriente. La diferencia entre esta superficie y la de los territorios de la disputa inicial, es imputable a un siglo de errores y de impotencia, no al Protocolo de Río.
Hacer responsable al negociador del tratado de sucesos que lenta, pero seguramente, han ido reduciendo el solar nacional, recortando nuestras ilusiones, creando vínculos nacionales en las regiones controvertidas, exacerbando las diferencias naturales entre los dos países, enardeciendo la desapoderada ambición del imperialismo peruano o el orgullo de su ejército, y estimulando sus constantes avances, realizados contra las leyes de la moral, que deben presidir la vida de individuos, pueblos e instituciones, es incomprensible absurdo o temeraria desviación del buen sentido.
Cálculo de la pérdida real de 1941
Lo que se podría atribuir a los sucesos de 1941, es la diferencia que hubiere entre las posiciones del status quo de 1936 y la línea de referencia consignada en el Protocolo de Río.
He pedido a una alta autoridad científica el cómputo de lo perdido y he recibido los siguientes datos:
Superficie perdida:
Sección Huachi, Gonzales Suárez, Tarqui 15,190.0 Km2
Sección Tarqui-Rocafuerte 3,362.5
Total: 18,552.5
Superficie ganada:
Sección Yaupi-Morona 312.5
Sección San Miguel-Putumayo 1,032,5
Sección Aguarico-Güepí 3,727.5
Total: 5,072.5
Pérdida neta: 13,480.0 km2
Dígase sinceramente si por esa extensión de territorio podíamos poner en riesgo la existencia del Ecuador o, cuando menos, la totalidad de la región oriental, la provincia de El Oro y parte de la de Loja.
El oriente habría ido desapareciendo poco a poco, si no hubiésemos firmado el tratado, en el inverosímil supuesto, desde luego, de que el Perú no hubiera continuado la invasión y hubiese devuelto los territorios ocupados.
El Protocolo hizo retroceder al Perú en el Oriente
Hay más: el Perú, para cumplir el tratado de Río, tuvo que abandonar parte de las posiciones ocupadas en julio y agosto de 1941. Sólo en el Napo se vio en el caso de retroceder cien kilómetros, desde Edén a la boca del Aguarico.
Me ha referido el abnegado y meritísimo Obispo-Vicario Apostólico del Napo, Monseñor Spiller, que el jefe del destacamento ocupante de El Edén, se rebeló cuando recibió la orden de abandonar ese sitio. Hubo necesidad de removerlo para que la fuerza invasora volviese atrás.
Igual cosa debió de ocurrir en otros lugares. Por eso se asevera que el Mariscal Benavides desaprobó el pacto; y el Adjunto Militar del Perú en Vichy dijo -según testimonio de mi querido amigo y notable diplomático don Manuel Sotomayor Luna, ex ministro en Francia, en cable del 6 de marzo de 1942- que habría preferido cortarse la mano antes que suscribir tal convenio.
En el Ecuador causaron, como era natural, inmensa desazón las publicaciones que el Perú dio a la luz con el objeto de demostrar que en el Protocolo de Río había obtenido más que en anteriores proyectos de solución de la controversia.
Indudablemente era así: obtuvo más, porque en el intervalo había avanzado sin rebozo y porque había mediado una victoria militar; pero no alcanzó todo lo que deseaba y para cuya consecución fue a la guerra. Por eso los apristas atacaron al gobierno; y éste se vio en la necesidad de hacer tales publicaciones en su abono.
Hay que tomar en cuenta que el Perú no sólo anhelaba conservar toda la zona comprendida entre las posiciones de 1936 y las nuevas, sino avanzar aun más. Recuérdese aquella proposición de septiembre de 1941, en que el Perú reveló todos sus planes: buscar una línea dentro de la zona comprendida entre la cordillera y las posiciones alcanzadas después del 1º de agosto de 1941. Por eso los Mediadores nos dijeron en Río: "las pretensiones del Perú son sin límites".
El Ecuador conserva más de cien mil kilómetros cuadrados en el Oriente
Se finge creer que no nos ha quedado casi nada en el Oriente. Mas, según cálculos de la Compañía Shell, sólo la parte plana de esa región que permanece en nuestro poder, tiene 10'233,000 hectáreas, o sea, 102,330 kilómetros cuadrados, extensión casi tan grande como Guatemala y Cuba, y mayor que Panamá y otros muchos países de América.
De acuerdo con el criterio de alguno de los técnicos de la propia Compañía Shell, el tratado deja para el Ecuador las tierras altas y de fácil drenaje; el Perú se queda con las anegadizas, en formación, que servirán para los menesteres de la civilización después de largos siglos.
El oriente ecuatoriano encierra el 90% de la riqueza minera y petrolera; y casi la totalidad de la energía hidráulica (sin cursivas en el original).
Calidad de las tierras que conserva
En el aspecto agrícola, el Ecuador tiene las zonas relativamente frescas y fértiles, que permiten desde ahora toda clase de cultivos tropicales y el fomento de la ganadería.
Los productos ecuatorianos tendrán fácil salida al valle, a la costa y de allí, en ruta fácil, a los mercados mundiales.
Conclusiones que destruyen la objeción
En resumen:
A) Es infundado, por decir lo menos, atribuir al tratado lo perdido antes de 1936, en que se suscribió el convenio de status quo, aunque con indeterminación de puntos, indeterminación de la cual se sirvió el Perú en varias ocasiones para atacar a nuestras guarniciones y avanzar en la selva;
B) Entre las posiciones del status quo y las del Protocolo de Río no hay sino una diferencia de 13.480 km cuadrados, que es la única que, en suma y síntesis, podría imputarse al Protocolo, en el caso de que no existiera el funesto antecedente de la victoria del Perú;
C) El Protocolo significó para ese país un enorme retroceso en las posiciones alcanzadas mediante el abuso de la fuerza; y
D) Como el Perú aspiró a obtener como línea de frontera una que estuviese cercana a la cordillera, todo lo comprendido entre ésta y la línea de referencia señalada en el Protocolo, es ganancia líquida para el Ecuador, debida a la acción y al sacrificio de su diplomacia".
Nota del Editor:
El mapa escolar al cual hace referencia el Canciller ecuatoriano Dr. Julio Tobar Donoso fue elaborado por Luis G. Tufiño en 1922 por orden del Ministerio de Instrucción Pública.
Luis G. Tufiño se desempeñó como Director del Observatorio Astronómico y Meteorológico de Quito y bajo su dirección en 1922 se editó el mapa antes mencionado.
Mira el mapa y obten una copia original en nuestra sección de Descargas
Anexo fotográfico:
Artículo relacionado:
El único chantajista del Protocolo de Rio de Janeiro: El Perú de 1941
Nota del Editor:
El mapa escolar al cual hace referencia el Canciller ecuatoriano Dr. Julio Tobar Donoso fue elaborado por Luis G. Tufiño en 1922 por orden del Ministerio de Instrucción Pública.
Luis G. Tufiño se desempeñó como Director del Observatorio Astronómico y Meteorológico de Quito y bajo su dirección en 1922 se editó el mapa antes mencionado.
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Anexo fotográfico:
Carta de renuncia del Canciller Dr. Julio Tobar Donoso con fecha del 7 marzo de 1942, aceptada por Decreto Ejecutivo del Presidente Carlos Arroyo del Rio el 31 de marzo de 1942. |
Mapa Escolar del Ecuador. Fuente Biblioteca Nacional "Eugenio Espejo". Casa de la Cultura del Ecuador |
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